Amnesia - Capítulo 2

 

 

Capítulo 2

 

 

 

 

El hombre se queda atónito. La voz al otro lado del teléfono le acababa de encomendar la extraña misión de defender a una niña que tenía la salvación de la Humanidad en sus manos.

– Mira, acabo de despertarme en un sitio que no reconozco. No me acuerdo de quién soy ni de qué cojones hago aquí. Quiero respuestas y las quiero ahora.

No hay tiempo –le dice la voz–. Lleva a la niña a la iglesia y busca el diario. Ahí encontrarás las respuestas.

– ¿Qué iglesia? –pregunta. Pero su interlocutor ya ha colgado.

Se queda mirando a la niña, pensando en qué hacer. Algo en su interior le dice que debe hacer caso al hombre del teléfono, pero su mente es un torbellino de pensamientos que no consigue poner en orden.

– ¿Cómo te llamas, pequeña? –pregunta agachándose junto a ella.

– Elsa –responde, limpiándose las lágrimas.

– ¿Sabes dónde hay una iglesia por aquí cerca?

La niña asiente y señala con el dedo calle abajo. El hombre mira en la dirección que le señalan y ve a lo lejos lo que parece ser un campanario sobresaliendo entre los tejados de las casas.

– Tienes que venir conmigo, ¿de acuerdo? Vas a ser muy valiente y me vas a acompañar a la iglesia.

– ¡NO! –le grita–. Allí hay monstruos.

– Los monstruos no existen, pequeña. Confía en mí. Además, tengo una pistola, ¿ves? –dice, dando una par de palmadas en la pernera.

Elsa le mira con cara de indecisión, pero al final accede. Se pone en pie y le da la mano.

– Es por ahí –vuelve a indicar.

Avanza mirando en todas direcciones. No se ha cruzado con nadie, no hay luz en las casas ni se oye sonido alguno. Aún así, una extraña sensación de peligro le pone los pelos de punta.

En escasos minutos llegan hasta la puerta de la iglesia. Es un enorme portón de madera, dentro del cual hay una puerta más pequeña. La iglesia, de estilo gótico, tiene un solo campanario acabado en pico. A media altura del mismo, dos gárgolas miran amenazantes hacia ellos. 

  Mientras está observando a las bestias de piedra, las nubes dejan pasar la luz de la Luna, iluminando la estatua que hay sobre la puerta. Se trata de la figura de un hombre, pero se encuentra decapitada.

De nuevo, una sensación de peligro le eriza el vello.

Empuja la puerta de la iglesia y ésta cede sin oponer resistencia, dando paso a la amplia nave del edificio.

 Hay bancos largos de madera a izquierda y derecha, y el pasillo central se encuentra cubierto por una alfombra de color rojo. A ambos lados de la alfombra, en el suelo, hay colocadas varias velas en fila, encendidas en su mayoría. Al fondo, en la pared del ábside, se puede ver un Cristo colocado boca abajo y manchado de pintura roja.

Bajo la figura del crucificado hay una persona tumbada.

El hombre le indica a la niña que espere, desenfunda la pistola y se acerca al cuerpo. Cuando está a pocos metros, la imagen que ve le impresiona aún más si cabe.

Se trata de un varón. Le falta un brazo izquierdo y tiene el pelo arrancado a mechones. Porta un mono de color verde oliva y una pernera igual a la suya, de la que asoma la empuñadura de una pistola.

Al acercarse más, aprecia que le falta el ojo izquierdo y carne en la mejilla, dejando ver parte de los dientes. Bajo su mano derecha hay un libro con la tapa negra.

Recoge el libro, cuya cubierta es completamente lisa, sin texto de ninguna clase.  Abre la primera hoja y comienza a leer la única entrada que hay escrita...

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