Amnesia - Capítulo 5

 

 

Capítulo 5

 

 

 

 

La sala del laboratorio se ilumina de forma súbita. Las puertas se abren y un individuo entra en la habitación. Viste un mono negro, igual que el suyo, pero éste lleva cosido en el hombro derecho un parche redondo con una “B” dentro de una corona de laurel, así como un galón en el pecho compuesto por tres rayas horizontales de color dorado.

Es más bajo que él, pero más musculoso. Tiene el pelo rapado y lleva perilla. Pero lo más característico son sus ojos, una extraña mezcla entre el rasgado oriental y el redondo occidental, que hace difícil definir su procedencia.

El hombre levanta el arma y apunta al recién llegado, cuando la niña sale corriendo hacia él.

– ¡Papi! –exclama, mientras salta a los brazos del individuo–. ¿Qué tal me ha salido?

– De maravilla, princesa –le responde–. Estás hecha una actriz.

Por el extraño acento con el que habla, no hay duda de que este individuo es el que ha estado llamando por teléfono. Parece encontrarse en perfectas condiciones de salud. Claramente, no está infectado por el insólito virus.

El hombre baja el arma. Su mente es un auténtico tornado de emociones y pensamientos. Vuelve a examinar al recién llegado, pues ve algo familiar en él. Al intentar recordar, un terrible pinchazo le golpea el cerebro, haciendo que se lleve las manos a la cabeza.

– Cuidado con el arma –le dice el individuo–. Las balas son de pintura, pero a esa distancia podría hacerte mucho daño.

Tras pasarse el dolor, sacude la cabeza y mira la pistola.

¿De pintura? –piensa, mientras saca el cargador y lo examina.

– Si no me crees, dispara a la pared y verás la mancha roja que deja el impacto. Si no he contado mal, en ese cargador aún te queda un cartucho.

– ¿A la pared? ¿Y por qué no te disparo a ti? –dice, volviendo a apuntarle.

– Porque a diferencia de los actores que has encontrado en el camino, yo no llevo protección y me dolería bastante.

El hombre duda, especialmente al ver a la niña abrazada a la cintura del individuo. Finalmente, deja el arma en una mesa y se cruza de brazos.

– De acuerdo. Pongamos que te creo. ¿Quién coño eres tú? Y más importante aún, ¿quién coño soy yo?

– Aunque ahora no lo recuerdas, nos conocimos hace seis meses. Mi nombre es Osakaru Kainryū y soy uno de los Sargentos Instructores de la Unidad Especial Bravo. Tú eres un recluta de la Unidad que está haciendo su examen final.

– ¿¡Examen!? –exclama el hombre.

– Para la prueba final –le explica– inyectamos a todos los reclutas una droga que bloquea los recuerdos durante un intervalo de seis a ocho horas. En ese tiempo, les sometemos a situaciones límite y vemos como reaccionan, cómo se desenvuelven sin que sepan que es una prueba.

>> Tras administrarse la droga, la persona se duerme unos minutos y despierta amnésica. Al recuperar la consciencia, puede que se encuentre capturado o en medio de un combate. Algunos los ponemos por parejas, para ver cómo se desenvuelven trabajando con alguien que teóricamente no conocen de nada. Tú escogiste “la Noche Zombi”.

– ¿Yo escogí esto? –pregunta, con los ojos abiertos como platos.

– Sí, tú mismo nos diste la idea. Según nos contaste, siempre te han fascinado las historias de terror y querías vivir la tuya propia. Incluso nos diste la idea de introducir a la niña. Al parecer, una historia así pasaba en un videojuego que jugaste de joven. Nos hizo gracia y preparamos el escenario.

– ¿Esto de la amnesia no será permanente, verdad? –dice asustado.

– Como ya te he dicho, el efecto dura entre seis y ocho horas. No tiene efectos secundarios, salvo un terrible dolor de cabeza. Los pinchazos que notas los produce la droga cuando intentas recordar.

– Bueno –dice, algo más convencido–. Si todo esto es una prueba... ¿la he pasado?

– Si, desde luego –le dice Kainryū, sonriendo–. Y con nota alta, además. Bienvenido al Equipo B.

 

 

–.FIN.–

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