Operación Grifo - Capítulo 4
CAPÍTULO
4
ASALTO Y EXTRACCIÓN
Dramatis
personae.–
Unidad
Especial Bravo:
Equipo
1: asalto
Comandante J.J. “Grizzly” Gómez.
Equipo B.
Equipo
2: francotiradores
Especialista
Enrico Abad.
Especialista Axel Nsue.
Equipo 3: extracción.
Teniente Nico Da Silva.
Sargento Osakaru “Kain” Kainryū.
Sargento
Vicente “Viper” Díaz.
Agente infiltrado.
Alpha
Banda de Joe Kalashnikov:
Josef Ortega “Joe Kalashnikov”
Jessie Jane, pareja
de Josef.
Jean St. Pierre,
guardaespaldas de Josef.
Manny Blond,
mercenario experto en lucha.
– Setecientos metros,
aproximadamente –dice Enrico, mirando por los prismáticos.
– Setecientos cincuenta
–contesta Nsue, observando por la mira de su Accuracy AW.
Tumbados desde un montículo
cercano a la entrada de la finca, contemplan como los dos guardias de la puerta
franquean el paso a un enorme todo terrero blanco.
– Ese era el objetivo.
¿Preparado? –pregunta Nsue.
– Io sono nato pronto –contesta Enrico, sonriendo.
Guarda los prismáticos y se
posiciona con su AWP.
– En 3... –comienza Nsue.
– 2... –continúa Enrico.
– 1... – concluyen al tiempo.
Un ruido sordo, casi
imperceptible, procede de la boca silenciada de sus fusiles de francotirador.
Los guardias caen. Ellos se
levantan.
– Entrada despejada –comunica Enrico
por el talkie.
Ambos comienzan a correr, en
busca de más objetivos.
Algún Oficial podría decirle
que un Comandante no debería ir en vanguardia y mucho menos conduciendo él
mismo un vehículo. Pero Grizzly no es cualquier Oficial. Siempre ha pensado que
un jefe ordena desde atrás, pero que un auténtico líder debe dirigir desde
delante. Además, es el mejor piloto de la Unidad.
Conduce uno de los vehículos
del Equipo B. Un Rover marrón, descapotable.
Parte de su Unidad va subida en
la parte de atrás, con las armas listas. Están entrenados. Son duros,
valientes, disciplinados. Reza a Dios para que no caiga ninguno en la refriega.
Atraviesa la puerta de la
finca, pasando junto a los cadáveres de dos mercenarios trajeados. Donde antes
había una cabeza, ahora sólo quedaba una pulpa sanguinolenta. Sus chicos han
hecho bien su trabajo.
Acelera el vehículo y provoca
una nube de polvo. La entrada debe ser ruidosa. Espectacular. Debe pillarlos
desprevenidos.
En pocos segundos llegan hasta
un grupo de personas, entre los que está Josef Ortega. Joe Kalashnikov. El
objetivo de la misión.
Da un trompo, sitúa el vehículo
en paralelo y comienza la fiesta.
No puede ser –piensa Josef–. Es
imposible que se hayan enterado. Me aseguraron que Giorgio murió antes de
interrogarlo.
El vehículo derrapa delante de
ellos y los militares que van a bordo comienzan a disparar. La gente huye
despavorida. Sus hombres caen como moscas.
El todo terreno se mueve
adelante y atrás de manera continua, cubriéndose con las palmeras del jardín,
convirtiendo a sus ocupantes en un blanco móvil y difícil de alcanzar.
Nota como alguien le empuja,
haciéndole retroceder a la carrera. Sacude la cabeza y ve a Jessie,
completamente aterrorizada, agarrada a su brazo. Jean, con la mano en su pecho,
le obliga a ir hacia atrás.
Los tres entran en la casa. La
puerta se cierra. El mundo se desvanece.
¡Por fin llega la caballería!
Jamás Alpha se había alegrado
tanto de ver a alguien. Cuando sus compañeros abren fuego la chusma que asiste
a la fiesta comienza a correr hacia todas partes. Unos se meten debajo de las
mesas, otros se esconden detrás de los troncos de las palmeras. Tan duros en la
calle. Tan cobardes en la realidad.
Alpha aprovecha la ocasión para
obligar a Joe a entrar en la casa.
Una vez dentro, saca una
jeringuilla del bolso, agarra a Joe de la cabeza y, tras quitar el capuchón de
la aguja con los dientes, se la clava en el cuello y le inyecta el líquido. Es
un anestésico para caballos. En menos de un segundo Joe cae al suelo,
completamente inconsciente.
Alpha ve como Jean cierra la
puerta de la mansión y se gira hacia ella. La cara del guardaespaldas muestra
una mezcla de duda y sorpresa. Tarda unos segundos en reaccionar. Segundos que
Alpha aprovecha.
Salta hacia él al tiempo que
Jean está sacando la pistola de la funda sobaquera. Alpha bloquea el brazo del
guardaespaldas con su mano derecha y le golpea con el puño izquierdo la
mandíbula. La adrenalina está disparada. La rabia, desbocada. Nota como la
mandíbula se desencaja con el golpe.
Sin soltar el brazo que empuña
la pistola, con la misma mano que le golpea empuja del hombro hacia abajo, al
tiempo que le barre las piernas, derribándolo.
Luxa la muñeca y lo desarma.
Apunta a la cabeza y dispara. La bala impacta entre las cejas.
Cuando el guardaespaldas muere
siente como una parte de su alma, rota en mil pedazos tras cinco meses de
vejación y maltrato, comienza a recomponerse.
Mientras mira el cadáver de
Jean oye el sonido de un disparo silenciado y se vuelve, apuntando con la
pistola. Ve un mercenario cayendo y un rostro familiar.
Sus ojos brillan. Tiene ganas
de lanzarse a los brazos de ese hombre y romper a llorar. Pero la sensación
sólo dura una milésima de segundo. La disciplina se impone y le dice que no
debe hacerlo.
Ese hombre es su superior.
Nico, Kain y Viper entran en la
gran casa por la puerta de atrás sin cruzarse con ningún guardia. Joe está tan
convencido de su superioridad que no cree que nadie vaya a ir a por él, por lo
que todos los guardias están delante, mostrando la fuerza del traficante.
Atraviesan la cocina y, tras
llegar a un gran salón, entran en contacto con el enemigo. Dos guardias que
hablan entre ellos.
Uno muere de un disparo en la
cabeza. El otro, más rápido que su compañero, consigue refugiarse detrás del
sofá. Los operativos atraviesan la puerta del salón y llegan a un pasillo.
– Apoyad a Alpha –dice Kain a
sus compañeros–. Yo me encargo de éste.
Nico y Viper continúan. Kain
vuelve a entrar en el salón.
Justo cuando sus brazos
atraviesan el marco de la puerta una patada golpea sus manos, haciendo que
suelte la pistola. Otra patada impacta en su cara.
Después unas manos lo agarran
del cuello y lo introducen en la habitación. Antes de poder reaccionar, el
mercenario la da tres puñetazos en la cara y salta dando un giro, golpeándole
con el talón en el pecho. El golpe es tan potente que, aún llevando el chaleco
táctico, lo deja sin aire.
Con los dedos, Kain se limpia
la sangre que le corre por sus labios. Mira al guardia. Es un hombre delgado,
fibroso. Rápido y peligroso. Y se nota que sabe pelear.
Pero Kain es un veterano. Ha
aprendido muchas cosas en su vida y luchar es una de ellas. Y se le da bien.
Muy bien.
Ladea la cabeza y su cuello cruje.
Rota los hombros y se pone en guardia. Comienza el auténtico combate.
El mercenario le lanza un jab y
Kain lo esquiva moviendo el tronco hacia un lado. Otro jab, que desvía con su
mano.
Ahora viene una patada circular
alta. Mueve el tronco hacia atrás y la esquiva. La patada lleva tanta potencia
que el mercenario gira sobre sí mismo.
El primer el error. El último
error.
Kain contraataca dándole una patada circular
en la cara con la pierna izquierda. La punta de la bota golpea de pleno,
aturdiendo al rival.
A continuación, una patada
circular al muslo con la pierna derecha. El golpe es tan potente que hace al
mercenario hincar la rodilla.
Ahora viene un derechazo.
Impacta de lleno en la mandíbula y su contrincante apoya las manos en el suelo.
Engancha el brazo izquierdo con
la pierna derecha y da una voltereta por encima de la espalda del rival, al
tiempo que agarra el brazo derecho con el suyo propio. Lo deja crucificado
sobre él, completamente inmovilizado.
Le pasa la mano libre sobre la
garganta, agarra el cuello de la camisa y tira. Segundos después, tras patear
el suelo de forma vana y desesperada, el mercenario muere asfixiado.
Se oye un disparo mientras Nico
y Viper avanzan por el pasillo. Cuando llegan hasta su origen ven a un guardia
apuntando a una mujer que se encuentra de espaldas, dudando si disparar o no.
Viper no le deja decidirse. Lo elimina.
La mujer se vuelve,
apuntándoles. Nico ve como le cambia la mirada, pasando de mostrar el odio más
profundo a la más inmensa alegría.
– ¿Alpha, estás bien? –pregunta
Nico.
– Si, mi Teniente. Saquemos la
basura.
Viper coloca una capucha negra
a Joe. Le agarran de los brazos y lo arrastran hacia el exterior. Cuando van a
llegar al salón se cruzan con Kainryū. Salvo por algunos golpes en la
cara, no parece herido.
–
¿Todo bien, Sargento? –pregunta Nico.
–
Perfectamente, Señor –contesta, al tiempo que agarra a Joe por las piernas.
Salen
de la finca y meten el cuerpo inconsciente en el maletero de un coche.
–
El paquete está en camino –comunica Nico mientras se marchan del lugar.
– ¡Nos vamos! –grita Grizzly–.
¡Agarraos!
Da marcha atrás a toda
velocidad y hace un trompo invertido, haciendo girar el vehículo 90 º y
encarándolo hacia el camino de salida.
– ¡¿Todos bien, chicos?! ¿Algún
herido?
El silencio que se produce es
buena señal. Todo ha salido a la perfección.
– La misión ha sido un éxito.
¡Equipo B! –exclama Grizzly, mientras abandonan
la finca.
– ¡Siempre Avanzando!
–responden todos al unísono.
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