Wildlands - Çöl Tilkisi 4

 

Çöl Tilkisi 4 

 

 

Temir ha reunido a todos sus hombres y ha ordenado marchar contra la mansión de los D´yavol. La afrenta sufrida por su Clan no puede quedar impune.

No siente amor por su hermano. De hecho, no siente amor por nadie. Pero dentro del odio que siente por todo el mundo en general, por su hermano siente algo menos. Y aunque no le importaría que muriese a manos de los D´yavol, dejándole a él vía libre en el control total de los Çöl Tilkisi, quedaría muy desprestigiado ante sus hombres si no hiciera nada por vengarse del clan rival.

Nada más traspasar la frontera entre territorios comenzaron a disparar. Tenía la oportunidad de aniquilar a los D´yavol, y cuando éstos y su hermano estuvieran fuera de juego, todo Wildlands sería suyo.

El ataque es tan sorpresivo que consiguen avanzar por el territorio enemigo sin que les opongan ninguna resistencia. En poco más de media hora desde el comienzo de la incursión, llegan a las afueras de la mansión D´yavol.

Y ahí comienza la auténtica batalla.

Al parecer, en algún momento anterior, un centinela había conseguido dar la alarma y les estaban esperando. No solo se escuchan sirenas en los alrededores, también ha caído un soldado que va en la parte trasera de un todoterreno pick up, víctima del disparo de un francotirador.

- ¡Desplegaos! –ordena por la emisora del camión en el que viaja.

Los vehículos que forman el convoy de ataque se abren en línea y comienzan a descender Çöl Tilkisi armados con todo tipo de fusiles, subfusiles y ametralladoras.

Frente a ellos, los guardias del Clan D´yavol están posicionados y abriendo fuego. En apenas unos minutos la zona se llena de muertos y heridos.

- ¡Llévanos hasta la entrada! –grita al conductor del camión-. ¡Arda, Berk, atentos!

Los dos enormes guardaespaldas giran los hombros y el cuello, preparándose para entrar en acción. Temir los mira de reojo y sonríe. Aunque ambos son un poco más bajos que él, pasan el metro noventa de estatura y son tres veces más musculosos.

El coctel de esteroides que les administra Bramon es realmente efectivo. Y cuando se arman con la ametralladora Gatlin y se colocan la mochila municionadora en la espalda, ambos se convierten a dos gigantescos dioses de la guerra.

Mientras Temir comprueba de nuevo que su Minimí esté a punto, el camión da un frenazo.

- ¡Ahora, señor! ¡Vía libre! –indica el conductor a voz en grito.

Los tres hombres descienden de un salto y recorren a la carrera los pocos metros que les separan del gran portón de acceso de la mansión. Justo al llegar junto a ella, el cohete de un RPG impacta contra el camión que los ha transportado hasta allí y lo vuela por los aires.

Temir lo mira con indiferencia durante unos segundos, antes de indicar a Berk que derribe la puerta. Éste da dos potentes patadas, pero el portón no cede.

- Poneos detrás de mi –dice a sus compañeros mientras hace girar los tubos del cañón del arma.

Temir y Arda, adivinando sus intenciones, dan un paso atrás para apartarse de la trayectoria de la Gatlin de Berk, que lanza varios rafagazos contra el marco y evapora la gruesa madera. Con los tubos aún girando, el guardaespaldas vuelve a patear el portón, que esta vez se desploma en el suelo después de haberle destrozado las bisagras con la Gatlin.

Arda se adelanta al interior y comienza a disparar, seguido de Berk y Temir, que se coloca entre ellos.

Sus armas escupen muerte.

Cada bala disparada destroza lo que toca, ya sea carne humana, columnas o decoración. Tras pocos segundos, el recibidor de la casa parece un queso gruyer.

Temir mira alrededor, comprobando que no queden guardias supervivientes. La escena es dantesca. Restos humanos se esparcen por suelo y paredes. Sonríe satisfecho y piensa en qué hacer a continuación.

Frente a ellos hay dos enormes escaleras que suben a la planta superior. Un pasillo se adentra por debajo de ellas y hay varias puertas en los laterales.

            Escucha un estruendo procedente del pasillo central y apunta con la Minimí, preparado para abrir fuego si alguien aparece. Mira a sus guardaespaldas y, con un gesto de la cabeza, les indica que avancen delante.

Los tres hombres se adentran en el pasillo con paso cauteloso y, apenas un minuto después, se escucha de nuevo una explosión.

Es lo último que oyen, pues toda la mansión se derrumba encima de ellos.

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