Wildlands - D´yavol 2

 

D´yavol 2

 

 

 

 

 

– Señor D´yavol, le ha llegado una carta.

– Déjala sobre la mesa –ordena Alexey sin apenas levantar la vista del escritorio.

Tras terminar de leer los documentos que estaba revisando, mira de reojo el sobre que le acaban de entregar. No tiene sello y su nombre se encuentra escrito a bolígrafo con una estupenda caligrafía.

Intrigado, abre el sobre y saca la hoja que hay en su interior, la cual está escrita a ordenador en un perfecto cirílico. Arruga los labios y enarca las cejas, al tiempo que comienza a leerla...

  

Señor D´yavol.

 

Somos un grupo de mercenarios que nos hacemos llamar “Desterrados”. La mayoría de nosotros procedemos de la empresa militar privada estadounidense Blackwater, de la cual nos fuimos por incompatibilidad de criterios.

Nosotros tenemos una visión del negocio distinta a la mayoría de grupos contratistas, ya que no nos negamos a realizar ningún encargo, por turbio que este pueda ser.

Así mismo, al igual que usted, nos dedicamos a la compra–venta de armamento y tecnología.

El motivo de esta misiva es que queremos ofrecerle un programa informático capaz de hackear cualquier base de datos. Con él se puede acceder a cualquier web sin dejar rastro, desbloquear las claves de acceso y manejar su contenido al gusto.

Imagine poder acceder a la web del Banco Central de la Federación Rusa y transferir a una cuenta de su propiedad la cantidad de dinero que desee, sin dejar rastro del hecho.

Le ofrecemos el programa por un millón de dólares. Poca suma teniendo en cuenta lo que podría conseguir con él.

Lo único que le solicitamos es que usted acuda a negociar la venta, para poder conocernos mejor y hacer más negocios en un futuro.

Si accede a la transacción, sólo tiene que llamar al número de teléfono que hay en el sobre.

Esperamos su respuesta.

 

Desterrados.

 

 

Alexey relee la carta una segunda vez. Lleva muchos años en el “negocio” y sabe que debe andarse con ojo en cualquier trato que se realiza, más si a priori es tan jugoso.

Nadie ofrece 1 rublo por 90 kopecs –piensa–. ¿Acudir yo a la transacción? ¿A qué juega esta gente?

Descuelga el teléfono y marca un número.

– Sergey, ven a mi despacho. Tienes que encargarte de un trabajo.

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