Una larga noche

 

 

Puta lluvia. Voy a dejar que me cojan sólo para ponerme a cubierto.

Pero no lo hará. Tiene demasiado orgullo para dejarse coger. Demasiado honor para rendirse sin luchar.

Mira el cielo y ve la Luna Llena medio oculta detrás de una nube. Las gotas de lluvia le golpean la cara y cierra los ojos, descansando unos segundos.

Desconoce cuántas horas han pasado desde que comenzó toda esta situación. Podría estar cerca de las 24. O bien podría tratarse de una noche muy larga.

La última vez que vio la Luna fue a través de la cristalera de un bar. Allí comenzó a marearse y no se trataba de exceso de alcohol. Él nunca bebe alcohol, puesto que nubla la mente y embota los sentidos. Y no sentir que cuerpo y mente están en armonía le hace sentir vulnerable.

Le habían echado algo en la bebida.

Pudo haber sido el borracho que se pegó demasiado a él cuando pidió una copa.

O la chica que, de forma provocativa, se acercó para preguntarle al oído si llevaba tabaco.

Aunque muy posiblemente hubiera sido el camarero.

Daba igual. El caso es que estaba muy mareado y salió del bar trastabillando, desmayándose en la puerta.

Al despertar se encuentra tumbado en una celda sin ventanas, cerrada con gruesos barrotes. Va descalzo y con el torso desnudo, vestido únicamente con los vaqueros que portaba cuando salió de casa.

Respirando lentamente gira el cuello en varias direcciones, intentando relajar la mente. Se asoma con cautela y ve que la celda esta en un oscuro pasillo, donde hay más celdas en el mismo lado que la suya.

Observa la estancia en la que se encuentra, analizando la situación. Hay un escaño con un colchón raído cubierto por una sábana vieja y un agujero en el suelo para hacer sus necesidades.

Nada más.

Se sienta en una esquina sobre las rodillas, recargando los glúteos sobre los talones, y espera.

Poco tiempo después el pasillo se ilumina y delante de la celda aparen dos figuras. Van vestidos con ropa negra sin distintivos y pasamontañas. También llevan un palo en la mano.

Uno de ellos abre la puerta y, en inglés, le exige que salga.

Pero no lo hace. Sigue sentado en la esquina, mirándolos con expresión neutra.

El individuo que le habló vuelve a exigirle que salga, esta vez con un tono de voz más elevado.

Pero él sigue sentado, sin inmutarse.

Los dos individuos se miran un segundo y entran en la celda. Se acercan a él y, el que había hablado, intenta agarrarle del brazo mientras el otro permanece unos metros por detrás.

Justo lo que esperaba. Con la velocidad de un rayo se levanta y agarra la muñeca del individuo en cuya mano sujeta el palo, al tiempo que le golpea en el mentón con la palma de la mano. Aprovechando el desequilibrio que ha provocado derriba al individuo sin soltar la muñeca, la cual dobla con dureza cuando lo tiene en el suelo, haciendo que el hombre de un grito y suelte el palo, arrebatándoselo.

Da al hombre un golpe en la cabeza que lo deja inconsciente y se encara con el segundo individuo, que da un leve paso atrás. No le deja pensar. Se lanza contra él y le golpea con el palo en las piernas de derecha a izquierda, y en el costado de izquierda a derecha. Luego le da una patada frontal en el pecho que lo lanza varios metros atrás hasta golpearse con la pared, desplomándose en el suelo.

Mira a ambos durante un segundo, pensando en su siguiente paso.

Levanta una pierna del hombre del pasillo y mira la bota. Es un poco más grande que su talla, pero aún así lo descalza y se las pone. También le coge una linterna que llevaba en el cinturón y un juego de llaves.

Toda precaución es poca.

Ve una cámara de seguridad en una punta del pasillo y en la otra una puerta. Recorre el pasillo en dirección a la puerta, la abre unos centímetros y observa el otro lado. Un largo y oscuro pasillo con ventanas enrejadas en la zona alta iba en perpendicular a la estancia en la que se encuentra. Agazapado, atraviesa la puerta y se dirige hacia la derecha, donde le parece distinguir una tenue luz.

Llega hasta otra puerta sobre la que había una lámpara rectangular de luz anaranjada, en la que están pegadas las letras “EXIT”.

Mueve la manivela, pero la puerta no cede, así que saca el manojo de llaves y va probando hasta que, una de ellas, gira en la cerradura y abre la puerta lo suficiente para mirar con cuidado el otro lado, viendo una amplia habitación bien iluminada, llena de monitores que dan a las celdas, frente a los cuales hay una mesa y una silla vacía.

Debe tratarse de una sala de seguridad. La pregunta que le viene a la mente es: ¿habrá alguien más vigilando?

Duda que así fuera o ya habrían ido en su busca al ver en la cámara su enfrentamiento con los guardias. Entra a hurtadillas en la estancia y se dirige a la mesa, abriendo todos los cajones en busca de algún tipo de información que le diga dónde se encuentra y cómo salir de allí.

Encuentra una antigua pistola eléctrica que suelta varios chispazos al apretar un botón, haciéndole sonreír con cierta malicia, y una chaqueta de color negro, tipo bomber, colgada del respaldo de la silla. También hay un mapa de las instalaciones pegado a la pared, indicando la ruta de evacuación en caso de emergencia. Lo memoriza durante unos segundos, se pone la chaqueta y se dirige hacia la salida más cercana.

Cuando está llegando a un cruce de pasillos se detiene en seco al percibir algo. Fija sus sentidos y ve una pequeña nube de humo saliendo de detrás de una esquina, seguida a continuación de un hilillo continuo.

Fumar mata, piensa sonriente, recordando algo que suele decir siempre un amigo.

Se pega a la pared y se acerca sigiloso. Calcula la altura por la que había salido la nube, girando rápidamente la esquina y agarrando con ambas manos la cabeza de un hombre que está apoyado en la pared. Un golpe seco de cráneo contra ladrillo hace que el fumador caiga al suelo inconsciente.

Sin pararse a mirar, continua avanzando pegado a la pared hasta que llega a una puerta de cristalera doble. La abre sin problemas y sale al exterior. Llueve copiosamente y la Luna está oculta tras unas nubes, lo que beneficiaba su huída, si bien él tampoco puede ver si hay guardias cerca.

Frente a la salida hay un parking con varios todoterreno negros aparcados, así como un BMW 750, también negro.

Niega con la cabeza, desechando la idea de acercase para comprobar si están abiertos, prediciendo que, en el hipotético caso de que pudiera arrancar alguno de esos vehículos, le cortarían el paso antes de conseguir escapar.

Recordando el plano que visualizó en la sala de seguridad, dirige sus pasos hacia una arboleda que hay detrás del parking, buscando la valla perimetral. Cubierto por la lluvia llega sin problema en menos de un minuto y la sigue dirección este, donde según el mapa se encuentra la salida del recinto.

Escasos minutos y mucha lluvia después, llega cerca de una garita de seguridad tenuemente iluminada, la cual lleva enganchada en una de sus paredes una barrera de color blanco y rojo que está bajada.

Intentando ocultarse en las sombras llega hasta la garita, viendo en su interior a otro individuo vestido de negro y con pasamontañas, si bien este va  armado con un fusil kalashnikov, que mira hacia lo que se intuye como un camino que conecta aquel lugar con el resto del mundo.

Con el máximo sigilo llega hasta la garita, pensando en cómo lograr pasarla sin que el hombre le vea, ya que no es lo mismo enfrentarse cuerpo a cuerpo a un enemigo con un palo que a uno a distancia que empuña un arma de fuego, y más si esa arma es capaz de disparar 600 cartuchos de 7,62 por minuto.

Audentes fortuna iubat –se dice a sí mismo.

Con decisión, toca a la puerta y espera durante unos interminables tres segundos, al final de los cuales la puerta se comienza a abrir lentamente. Cuando está a la mitad le da un fuerte empujón y entra de un salto, aprovechando el momento de confusión del guardia para agarrar el cañón del arma con una mano, mientras le clava la pistola eléctrica en el cuello, dándole una fortísima descarga que lo deja grogui.

No obstante, y por precaución, golpea fuertemente con sus nudillos en el mentón del guardia, dejándolo inconsciente.

Sin más espera, sale de la garita y se dispone a emprender el camino que se aleja de la instalación, cuando alguien le grita.

- ¡¿Dónde vas, chaval?! ¿Creías que sería tan fácil salir de aquí?

Se gira y ve una figura completamente vestida de negro, si bien éste lleva la cara descubierta, mostrando unas facciones duras en una tez morena, el pelo negro pegado a la cabeza debido a la lluvia, y unos ojos oscuros y fríos como el hielo.

Lleva un cinturón del que cuelga una pistolera, que la figura se desabrocha y deja caer al suelo.

- Vamos, chaval –le dice el hombre, haciendo un gesto que indica que se aproxime con las manos-. A ver qué sabes hacer.

Cuando están a punto de llegar a distancia de combate cuerpo a cuerpo, el hombre comienza a realizar lo que parece un baile, pasando el peso de las piernas de una a otra, moviendo las manos en dirección contraria a las piernas.

Con la velocidad de un rayo el hombre se inclina, apoya una mano en el suelo y le lanza una patada a la cabeza, logrando esquivarla echando hacia atrás el torso, aprovechando la inercia al volver adelante para lanzarle un derechazo, que el hombre esquiva girando sobre sí mismo, alejándose un poco y continuando con el baile.

Se pone en guardia frente al hombre, consciente de que no se enfrenta a un aficionado y que tendrá que esmerarse si quiere ganar el combate.

Si la pelea dura más de diez segundos, estás jodido, le decía su Maestro.

Y esta ya dura quince.

Salta contra su rival y cambia la guardia varias veces, intentando desconcertarlo y que no sepa por donde vendrá el golpe, lanzando dos patadas seguidas a media altura, izquierda y derecha, girando sobre sí mismo para golpear con el talón en la cabeza.

Las primeras golpean en la guardia, pero la velocidad de la tercera consigue acertar, haciendo que el hombre gire medio cuerpo.  Aprovechando el momento, comienza a golpear con los puños a varias alturas.

Arriba, abajo, arriba.

Dos abajo, uno arriba.

Pero su rival es duro y encaja bien.

Finalmente, el hombre consigue desviar un puñetazo y le agarra el brazo y el cuello, comenzando a apretar, intentando cortarle la respiración, pero él sabe cómo salir.

Agarra el hombro de su captor y se arrodilla de un salto, al tiempo que gira el tronco, volteándolo por encima. Cuando está en el suelo le lanza un puñetazo que impacta de lleno en la cara, pero también recibe una patada en la cabeza que su rival ha lanzado desde el suelo.

Se retira aturdido, viendo como el otro se levanta algo tambaleante.

-       ¡Basta! –ordena una voz masculina.

Una voz profunda, contundente, acostumbrada a dar órdenes y que estas se cumplan.

Ambos se giran hacia la voz y bajan los brazos. Frente a ellos se encuentra el Coronel Augustus “Patriarca” Ivanson.

Osakaru Kainryu mira al Teniente Nico Da Silva, viendo que le sangra la ceja izquierda levemente.

-       Ha sido una buena pelea –dice Nico, guiñando un ojo y sonriendo.

-       Siempre es un placer pelear con un digno rival –responde Kain, poniendo las manos en los muslos y arqueando levemente la espalda.

-       Vayan a los barracones y descansen –ordena Ivanson-. Y enhorabuena por su examen final, Sargento –hace una pequeña pausa y añade con una leve sonrisa-. Mañana pase por mi despacho a primera hora para recoger sus nuevos galones… Teniente Kainryu.

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